miércoles, 10 de junio de 2015

Terapia - sábado, 15 de noviembre de 2014

Querida Maya

Sí, lo necesitaba; lo necesito. Más de treinta años, día a día, con una fijación en el pensamiento, en el alma, en los sentimientos. Treinta años, cada día.

Es posible que esto sea un acto de locura; pero yo lo veo como un acto de lucidez. El silencio es cruel y el tuyo ha sido inquisitorio conmigo. No lo merecía ... no lo merecías. Ha pasado mucho tiempo, demasiado rápido; sin embargo no hay rencor, porque no lo hubo. Pudo más el amor, el cariño, la fidelidad al corazón, lejos de cualquier resentimiento.

Te echo de menos.

Y ahora me veo aquí, delante de una pantalla, buscando una respuesta a esta insistente obsesión por el pasado; no para recuperarlo, sino para no olvidarlo.

La distancia ha sido nuestro peor enemigo; ahora lo es el tiempo, el tiempo perdido, el tiempo que nos empujó a caminos diferentes, posiblemente contrarios, ni siquiera paralelos. Pensé en coger ese tren que me venía de frente, en dirección contraria, para alcanzarte, recuperar en ese halo de esperanza una fugaz mirada de ternura. No sé si fue  en un acto de cobardía o de prudencia... vi cómo se alejaba.

Te echo de menos.

Y ahora estoy aquí, delante de una pantalla, refugiado en vanas disculpas, convenciéndome de que hice lo correcto, que no era tiempo de abrazos, que el espacio se tenía que abrir, que el momento era tuyo y no mío, y que no era yo con quien compartir... tu vida, que no eras tú con quien compartir... mi inmadurez.

Quizá hubiera sido más fácil si yo hubiera sido el otro; ese niño pelirrojo, pecoso, con gafas, que te perseguía con una flor desde esa pre-adolescencia de patio de colegio. Si hubiera sido yo quien te llevara las flores invitándote a salir, trajeado, y que tuvieras que rechazarme porque estabas con "él"; quien te persiguió hasta la Universidad; quien no te perdió de vista hasta convencerte, cautivarte, hacerse necesario... Una reunión de antiguos compañeros de patio es suficiente, para conocerse, para protegerse... para asegurarse. Pero no, no soy el otro.

Te echo de menos.

Y ahora estoy aquí, delante de esta pantalla; abriendo el corazón más de lo que la sensatez tolera. Pero es mi terapia; mi terapia, no la tuya. Quizá otro día te odie; ... hoy...  Ik hou van jou... no, no , no,...solo ¡te echo de menos!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario